sábado, 12 de septiembre de 2009

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Antes que la tristessa nocturna de Chopin,
- y las lágrimas de Mozart...-,
antes que ninguna melodía elaborada
prefiero la melodía de tu boca.

Antes que ningún Espronceda, ningún Becquer,
ni Lope de Vega, ni Ruben Darío.
Antes que ninguna palabra
fabricada en rima, prefiero tu voz tranquila:
cariñosa, sincera. Mía. Tuya y mía.

¿Que importa, pues, si eres torpe,
si no son bellas tus ideas, que más da?
¿Que importa, sino acaso es lo único importante
que arrancas las palabras del alma y las ofreces?

Pues tal sacrificio borra las faltas del amor,
sopesa el amor feliz, a veces taciturno, triste,
que siempre se guarda, celoso, en el corazón:
el único amor que existe.