“- Escríbalo. Dígalo, es la única manera.
- No sé, quizá si...”
Acerqué mi alma… mi alma,
la acerqué a tu vida;
pero yo no existía entonces,
y nos separaban mil barreras...
“- Siento que no puedo... seguir.
- Has de progresar.”
Y grité “estoy aquí,
solo has de mirar por el cristal.”
Pero yo no me quería entonces,
y la vida me dolía de veras...
Las lágrimas caían por mi cara, sin entender nada.
“- Y di, que más.
- Queda poco ya.- dije.”
Entonces, un día, el cristal se rompió,
y tú descubriste que yo estaba al otro lado
y alzaste los brazos, y yo los recibí
como si nunca antes los hubiera tocado
como si nunca te hubiese echado
[De menos.
Y hablé: “te quiero…”
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